FOTOGRAFÍA Y PROFESIONALES
“Si haces algo bien, no lo hagas gratis” (Joker)
En un post anterior hacía referencia al hecho de trabajar gratis o, lo que es peor, hacerlo reventando precios. Tal vez es el momento de decir algunas cosas al respecto.
Dicen que si trabajas en lo que te gusta será como si no trabajaras. Esto es cierto. El problema viene cuando tu trabajo es la afición de otros que no han sido capaces, o no han querido, convertir esta afición en una profesión. Supongo que es la diferencia entre afición (te gusta) y pasión (no entiendes tu vida haciendo otra cosa).
Aquí entramos en una dinámica infernal basada en aquel discurso neo liberal del “cada uno puede hacer lo que quiera”, que suena muy bien pero implica no tener en cuenta las consecuencias (“Yo, mí, me, conmigo…”)
Hablábamos hace unos días del uso indebido (sin pagar) con finalidad comercial de las fotografías. Esto tiene muchos orígenes y razones, pero un factor importante es el hecho de que mucha gente que produce imágenes no es profesional y, más allá de la calidad de su trabajo, se puede permitir regalar las imágenes o, lo que es peor, trabajar por tarifas insultantes, habitualmente para sentirse “fotógrafo” durante un rato o para ver su ego alimentado. Quiero creer que lo hacen sin pararse a pensar en lo que le están haciendo al sector profesional de la fotografía.
Cuando sale el tema, a menudo se alude al “derecho” a hacer fotografías, un derecho que, por otro lado, nadie discute: en un espacio público – la montaña en el caso de las carreras – todo aquel que quiera puede fotografiar, sólo faltaría. Lo que es discutible es que estas fotografías tengan como finalidad dar servicio a una entidad (empresa, club o lo que sea) desvalorizando el trabajo de un profesional ¿Por qué? Pues simplemente porque puedo, porque no me gano la vida con esto y no tengo que pagar impuestos por ello, ni renovar el material, aunque no sea un buen momento, entre otras muchas razones.
Ningún fotógrafo que conozco tiene nada que decir por lo que respecta a la posible competencia, que es otro de los argumentos de defensa de los que trabajan gratis o por tarifas de miseria. De la misma forma que no hay nada que decir si alguien combina su trabajo con una actividad profesional esporádica, siempre y cuando se respeten las obligaciones que, como profesionales, tenemos. Si queremos jugar, las reglas deberían ser para todos.
Reventar tarifas o trabajar gratis, más allá de las consecuencias para los profesionales de la fotografía, quiere decir cerrarse las puertas a la posibilidad de dedicarse algún día profesionalmente a esto, por la sencilla razón que, si alguien no te ha pagado un día, no te pagará nunca, porque siempre habrá otro tras de ti dispuesto a humillarse.
Esto es muy difícil de hacer entender a los que empiezan: regalar fotos para “darse a conocer” es un error monumental. Trabaja, fotografía, hazte un “book” presentable, demuestra qué puedes hacer, y ofrece tus servicios basándote en tu producción. Lo que pasa es que esto es lento, requiere trabajo y tiempo y, si no eres bueno, no irás a ninguna parte. Es la vida del profesional. Es más fácil regalar a quien se puede permitir no pagar precisamente porque alguien lo regala. Pero es necesaria una consideración para el otro bando, el que no quiere pagar o paga miseria: hay que tener en cuenta que “si pagas con cacahuetes, tendrás monos”. Así se ve lo que se ve en el resultado de ciertos trabajos “profesionales”.
Asalariados del mundo: ¿Os imagináis un trabajo al que optamos, pero en el que, para ser admitidos, en lugar de demostrar que sabemos hacerlo, tuviéramos que demostrar hasta qué punto nos podemos humillar rebajándonos el salario? ¿Aunque ese salario esté claramente por debajo de los costes que para nosotros tendrá ese trabajo? Pues bienvenidos a la vida de un autónomo en una actividad creativa, de esas que todo el mundo se cree capaz de hacer.
Y la responsabilidad de esto recae en gran parte en los que no cobran por su trabajo o cobran miseria: sed conscientes al menos del mal que estáis haciendo cuando afrontáis una jornada de 12 horas por un par de centenares de euros (o menos) sin tener cubiertas ni las dietas. Por poner un ejemplo. Ni siquiera cobrando de forma ilegal (otro tema a tratar) sale a cuenta.
Normalmente los fotógrafos profesionales de las carreras aluden al esfuerzo, la dureza del trabajo y cosas por el estilo para justificar su tarifa. Pero este discurso es secundario. Yo no cobro porque el trabajo pueda resultar duro. Como fotógrafo profesional cobro por la fiabilidad de mi trabajo, por mi capacidad de producirlo y por la calidad de mis imágenes. El tema del esfuerzo y tal es accesorio. Asumir que, si disfrutamos de un trabajo no merece ser remunerado es mentalidad de esclavo.
Si como “no profesional” puedo asumir los requerimientos del trabajo y la calidad de las imágenes es buena, lo que hay que hacer es cobrarlas, y cobrarlas en condiciones en base a una tarifa razonable que responda a las obligaciones que esto implica (impuestos, amortizaciones de material, remanente para poder hacer algo parecido a unas vacaciones… por ejemplo). Una tarifa por debajo de la cual nadie debería ofrecer sus servicios.
No estoy planteando no hacer fotografías, estoy planteando cobrar lo que corresponde por el trabajo. Todos saldríamos ganando.