MEMORIA

“El registro de la existencia”

 

Empezaré este texto con una anécdota.

A principios del año 2016, recibí una llamada en la redacción de la revista. Preguntaban por una fotografía recientemente publicada en una galería fotográfica con el tema “Categoría femenina”. Era una selección de fotografías de corredoras en la montaña.

De entrada, estas llamadas despiertan un cierto recelo; a pesar de que la revista es muy cuidadosa en cuanto al uso y tratamiento de las imágenes, nunca sabes por dónde saldrá el interlocutor.

La historia es la siguiente: la persona que llamaba preguntaba si podía tener una de las imágenes en la que aparecía su compañera, Fany Olaria, que había muerto un año después de que yo la fotografiara. Esto me lo contó en una conversación telefónica emocionalmente muy intensa en la que me expresó su alegría al reencontrar en la revista, de forma inesperada, el rostro de su compañera, pletórica y disfrutando de una de las actividades que más le gustaban. El interlocutor, Jaume Bernat – desde entonces el querido “Jaumet” – es actualmente alguien con quien he establecido una especie de relación de proximidad que, lejos de ser íntima, es mucho más que cordial cuando coincidimos, a menudo, por el mundo. Naturalmente, tuvo la fotografía.

Más allá de alimento para el ego y el registro de una realidad falseada, la fotografía tiene una función sociocultural básica que es el registro del momento, la memoria, lo que ha sido y no volverá a ser.

Y este es un aspecto que la actual banalización de la imagen está diluyendo.

Hay que decir que este proceso de banalización de la imagen es inherente a la evolución de la fotografía: ya en el siglo XIX, Gaspard-Félix Tournachon, conocido como “Nadar” (uno de los grandes nombres de la historia de la imagen fotográfica) ya se lamenta en sus memorias de esta banalización.

A todo el mundo le gusta ver imágenes del pasado, descubrir cómo eran las cosas, los lugares, o recordar qué aspecto tenían, pero a menudo la toma de fotografías provoca reticencias en el momento, bien sea por desconfianza (hay gente muy discutible con un dispositivo en la mano) o vete a saber por qué…

¿Por qué fotografías esto? Es una cuestión recurrente cuando se hacen fotografías que se salen del esquema habitual, cuando no son cosas “bonitas” o personas simulando lo que no es. La fotografía, en demasiados casos, se ha convertido en un registro de la irrealidad, en un intento de proyección no de lo que es sino de lo que quisiéramos que fuera, cuando lo que es realmente interesante es lo que vivimos. La fuerza de la imagen de la anécdota comentada al inicio del texto, viene de su espontaneidad, la de una reacción a la posibilidad de ser inmortalizado un momento en el que el modelo es feliz. Y esto es fantástico cuando es cierto, cuando es honesto.

Cuando alguien por la razón que sea es expulsado – o evacuado – de su hogar, una de las cosas que sistemáticamente se recuperan son las fotografías familiares, las que dan fe de nuestra existencia y de nuestra relación con los seres queridos. Es importante recordar esto cuando restamos importancia al hecho fotográfico, cuando lo banalizamos.

Obviamente no todas las imágenes son trascendentes o tienen la posibilidad – o la necesidad – de serlo, pero es importante tomar conciencia de qué estamos haciendo realmente cuando hacemos una fotografía: estamos documentando la vida y, en ese momento, tal como dice el fotógrafo José Manuel Navia “-Todo fotógrafo está obligado a hacer siempre la mejor imagen de que sea capaz”.

Porqué es nuestra memoria.