EL ACTO FOTOGRÁFICO
«Selecciona el espacio, determina el instante»
¿Qué es una fotografía? ¿Cuándo una fotografía pasa a ser sólo una imagen?
Este es un debate que suele subir de temperatura cuando se plantea, a pesar de que pienso que sólo es importante para el propio fotógrafo: sólo él tiene la certeza de que aquello producido es una fotografía o una imagen. Y esto dependerá de cómo se relacione el autor con su creación.
Lo primero sería definir qué es una fotografía. Por lo que a mí respecta, es la imagen resultante del acto fotográfico, definido como “la selección de un espacio y la determinación de un instante”.
Así, en negrita, porque es la base de mi manera de entender la fotografía. La selección del espacio es lo que hacemos cuando encuadramos, bien o mal, y la determinación del instante es el momento en que pulsamos el botón, acertado o no. Esto nos da una (y digo una) imagen que, de momento, es una fotografía. Independientemente de cuál sea su aspecto estético final: BN, color, más contrastada, menos saturada… Lo que es importante es lo que hemos captado y cuando lo hemos hecho. Y cualquier alteración de lo que hemos sido capaces de hacer en el momento del “acto fotográfico” convertirá la fotografía en una imagen.
Esto no es ni bueno ni malo. Si tuviera que hacer una lista de mis 25 imágenes preferidas, habría algunas, de autores reconocidos, que son fruto de un reencuadre salvaje. Son imágenes extraordinarias, pero no son una fotografía que el fotógrafo haya sabido resolver en su momento (al fin y al cabo, es su trabajo). Pienso, por ejemplo, en el fantástico retrato de Igor Stravinsky de la mano de Arnold Newman una imagen que, a pesar de intuirla (en los contactos es evidente) el fotógrafo no pudo obtener simplemente fotografiando. Por las razones que sea.
Pero pienso que uno de los momentos culminantes de la creación de una fotografía es este momento en que el ojo ha sabido gestionar el espacio, con todo su contenido, y ha determinado acertadamente el instante. Un momento único como experiencia personal que es, para mí, la base de mi vivencia fotográfica. Cuando esto se produce – y se produce – el nivel de satisfacción es máximo, y todo lo que venga después es accesorio.
Cada uno busca sus fórmulas para optimizar su producción fotográfica, profesional o no, pero la experiencia me demuestra que en la mayor parte de los casos (por no decir todos) darse carta blanca a correcciones de aquello obtenido en ese “Acto Fotográfico” no garantiza mejores resultados o, por lo menos, no compensa la satisfacción que, al fin y al cabo, es lo que yo busco, como autor y como profesional.
Está claro que hay un momento en la vida profesional en que se pierde el control de esto: una fotografía en manos de un diseñador siempre tiene un destino formal incierto, pero hablamos de trabajo y por eso alguien ha pagado para un determinado uso de esta fotografía. Hay que asumirlo.
Muchas veces, cuando se genera el debate, se habla de “pequeñas correcciones o recortes” para eliminar elementos no deseados o corregir errores de composición. Aquí se pueden plantear dos cosas. La primera ¿Qué problema hay en asumir la imperfección y asimilar estos pequeños errores de composición? Ya lo haremos mejor la próxima vez. La segunda es ¿Hasta dónde reencuadramos? Es muy fácil extraer una buena imagen de una fotografía replanteando el encuadre, pero nadie podrá afirmar después que ha hecho esa “fotografía”.
Un ejemplo claro de lo que estoy planteando sería la imagen del polaco Stepan Rudik, eliminada del World Press Photo el año 2010 por haber modificado el contenido de una imagen eliminando la punta de un pie que aparecía en segundo término:
Como fotógrafo documental pienso que la alteración del contenido de la imagen (retoque) es inaceptable. Obviamente, con la obra personal (creativa) cada uno hará lo que le apetezca. Pero más allá de esta observación, lo sorprendente es que la descalificación no viniera por el hecho que la imagen presentada no tenga nada que ver con la original que, además, es una imagen muy floja:
Viéndola, que alguien me mire a los ojos y me diga que el fotógrafo ha hecho la fotografía presentada al WPF. Yo pienso, honestamente, que no.
Habitualmente en el debate aparece la palabra “purista”, como si fuera alguna cosa negativa, pero yo no estoy diciendo en ningún momento que esto sea algo que no se debería hacer, estoy simplemente explicando cómo entiendo yo la fotografía y porqué hago lo que hago y cómo lo hago, y con sus imágenes que cada uno haga lo que quiera (o lo que pueda).
Se trata sólo de averiguar de qué forma disfruto más de la posibilidad de congelar el tiempo con un dispositivo fotográfico. Eso es todo.